Datos personales

martes, 14 de septiembre de 2010

Es difícil asegurar si hubo un cambio en ella a partir de esa noche. La búsqueda había finalizado. Nunca sabremos si descubrió ese nuevo orden o si recuperó aquello que siempre fue parte de ella, sin saberlo. Las visitas cada vez se hicieron más recurrentes. Siempre la misma bienvenida. Se transformó pronto en un hábito, e incluso en un deber que Amanda estuvo dispuesta a cumplir a diario. Algo tenía el extraño. Era su voz, sus ojos, sus grandes cejas indefinibles, labios escamosos, los colmillos, las garras y su olor. Ese olor a sudor de perra, a tierra seca, a humo ácido, a veneno para ratas que tanto la idiotizaba. Cómo evitar caer una y otra vez bajo el hechizo de aquellas garras de arcángel fétido, con aires de bestia común, que descansa en sus máscaras de misterio y pudor cantado.

No hay comentarios: